Si bien las formas de narración oral y escrita son las más conocidas y tradicionales, también se puede entender la expresión corporal y gestual como un medio narrativo. De hecho, el caminar, el vestir y la mirada de una persona, nos pueden “contar algo” acerca de ella. Ochs, plantea que las representaciones pictóricas también se podrían considerar como “narraciones comprimidas”, interpretación que, análogamente, se puede extender a las obras musicales. En todos estos casos, la narración no surge de la acción misma ni de la obra, sino que emerge de la interacción del autor del relato, cuadro o sinfonía, con el público que lo atiende, configurándose una suerte de coautoría, la que resulta muy evidente en las narraciones conversacionales. En este mismo sentido, Ricoeur señala que “el texto se hace obra en la interacción de texto y receptor.”[1]
Desde un enfoque cognitivo distribuido, es en este carácter interaccional donde debe situarse la discusión acerca del significado o de la semántica del discurso, dado que éste no es un texto huérfano escrito en la pizarra del lógico, como señala Bruner, sino el resultado de una interacción social. De esta manera, para intentar dar cuenta del discurso, resulta útil adoptar la denominada “metáfora del diseño”[2], según la cual, el hablante o autor se convierte en una suerte de arquitecto o diseñador, cuya obra, el texto, se debe considerar como un diseño que orienta la construcción que realiza el oyente o lector, a partir de sus propio esquemas cognitivos, y no una construcción totalmente terminada. El significado, así entendido, no está en la obra ni en el texto mismo, sino en las convenciones, socialmente construidas, esquemas cognitivos, que comparten el autor y su público. Es éste el sentido de significado que Bruner propone rescatar para la psicología y para la renovación de la Revolución Cognitiva y que, al mismo tiempo, le da a la narración, la relevancia que ésta tiene al momento de intentar dar cuenta de la experiencia humana.
En un clásico artículo de 1967, William Labov y Joshua Waletzky, plantean que narraciones como los mitos, cuentos, leyendas e historias, parecen ser el resultado de la combinación y desarrollo recursivo de estructuras narrativas más simples o básicas, que nos remiten finalmente a las versiones orales de las experiencias personales. Para estos autores, considerar el sentido original de estos actos lingüísticos cotidianos, es fundamental para comprender las propiedades formales del discurso narrativo y las funciones que éste desempeña.
Entendiendo la narrativa como cualquier secuencia de cláusulas que contienen al menos una conexión temporal, Labov y Waletzky, señalan que ésta desempeña dos funciones fundamentales: la referencial, que permite dar cuenta de la secuencia temporal de la experiencia; y la evaluativa, que revela el interés personal de un determinado estímulo en el contexto social en el que la narrativa ocurre. Esta segunda función adquiere gran relevancia, pues sin la evaluación la narración no estaría completa, “puede ser considerada vacía”[3]. Aunque desempeñe bien la función referencial, sin la evaluación, la comprensión del discurso se hace difícil, pues carece de significado, no tiene un propósito claro. Es precisamente en torno a la evaluación que se estructura el relato, pues ésta revela la actitud del narrador hacia el discurso, mediante el énfasis que éste pone en algunos aspectos del mismo.
Labov, al cumplirse treinta años de la publicación de Narrative Analysis, señala que uno de los principales méritos de dicho artículo, fue contribuir a vincular la estructura narrativa como una totalidad con el concepto socioemocional de evaluación, el cual revela las consecuencias que el evento narrado tiene para las necesidades y deseos humanos.[4] En este artículo de 1997, plantea que el narrador evalúa los eventos comparándolos con eventos de una realidad alternativa que nunca se llevaron a cabo.
Al realzar el aspecto evaluativo de las narraciones, Labov, les da a éstas un profundo carácter cognitivo, al mismo tiempo que insinúa la dimensión ética que subyace a toda narrativa, dadas las consecuencias que ésta tiene en la estructura del vivir cotidiano. La evaluación, sólo es posible en el ámbito de la cognición, pues implica, siguiendo la propuesta de este autor, el uso de la percepción, de la memoria y el pensamiento para crear mundos posibles, alternativos, de naturaleza mental, que revelan los deseos y emociones de quienes los construyen.
Desde esta perspectiva, las narraciones, en tanto construcciones lingüísticas, no sólo refieren al mundo, no sólo lo describen, como en algún momento se sostuvo, sino que fundamentalmente “lo evalúan”, siendo ésta la función principal que las narraciones tienen. El narrador que, ingenuamente, sólo pretende dar cuenta de un evento o experiencia, no puede evitar, en la medida que va elaborando el relato, que le va dando cierta forma, que lo va estructurando, comenzar a construir un mundo particular donde dicho evento tuvo lugar. Las ideas que el narrador tiene, sus conocimientos, sus intereses, sus preferencias, sus prejuicios, sus gustos, se van plasmando en el lenguaje, no sólo no verbal, sino que también en el léxico y en las estructuras gramaticales y sintácticas que va utilizando. El verbo que selecciona, de forma más o menos consciente, para dar cuenta de la acción principal, la repetición de ciertas ideas y el orden que adoptan los eventos de la historia, dan lugar al devenir de un mundo singular, el mundo que constante y recursivamente construye todo narrador en su vivir cotidiano. Como señalara Émile Benveniste, es imposible borrar las huellas o marcas que el sujeto hablante deja en el producto de su habla, el enunciado o emisión.[5]
[1] Ricoeur, Paul. 1985. op. cit. p. 148.
[2] Tomlin, Rusell; Forrest, Linda; Ming Pu, Ming; Hee Kim, Myung. Discourse Semantics. En Van Dijk, Teun A. (ed.). 1997. op. cit.
[3] Labov, William y Waletzky, Joshua. Narrative Analysis: Oral versions of personal experience. En J. Helm (ed.). Essays on the Verbal and Visual Arts. Seattle: U. of Washington Press. 1967. p. 12-44. http://www.clarku.edu/~mbamberg/LabovWaletzky.htm (20/08/07).
[4] Labov, William. Some Further Steps in Narrative Analysis. The Journal of Narrative and Life History. Nº 7. 1997. pp. 395-415. http://www.ling.upenn.edu/~wlabov/sfs.html (20/08/07).
[5] Raiter, Alejandro. Lenguaje y Sentido Común. Ed. Biblos. Buenos Aires. 2003.