La idea de descomponer los fenómenos o hechos para estudiarlos ha sido un principio fundamental en la tradición de pensamiento occidental, noción que comenzó a ser sistemáticamente cuestionada y teóricamente sustentada desde principios del siglo XX, a lo largo del cual, se advierte una creciente tendencia a integrar el conocimiento desarrollado en diversas disciplinas. La concepción de los teóricos de la psicología de la gestalt y de la escuela histórico-cultural rusa, en cuanto a la necesidad de integrar los fenómenos biológicos y sociales para explicar la conducta humana, se fue consolidando con el desarrollo de la cibernética y de la teoría de sistemas, que permitieron la emergencia de nuevos enfoques y miradas, un cambio de paradigma, como señalara Kuhn. Como un signo de los tiempos, en 1950, Amos Hawley, sociólogo de la Universidad de Michigan, publica su libro “Human Ecology”, donde intenta explicar los fundamentos ecológicos de las estructuras sociales humanas. En este texto, Hawley subraya una idea que será recurrente en el desarrollo de las ciencias humanas, al señalar que:
“La separación biológica no debe confundirse con independencia. (. . .) Los individuos no pueden superar el hecho de su dependencia. Pueden cambiar desde la dependencia de un pequeño número de familiares y vecinos a la dependencia de un gran número de extraños ampliamente distribuidos, pero sin alterar la situación básica. El hombre es inexorablemente dependiente.”[1]
En la misma época, Bateson desarrolla algunos de sus trabajos que compilará en 1972 en su libro “Pasos hacia una ecología de la mente”, en el cual, como ya se ha señalado, propondrá explícitamente una visión ecológica de los procesos cognitivos humanos. Para ilustrar la idea de que los procesos cognitivos no están constreñidos al sujeto aislado, ni menos al interior de éste, Bateson toma como ejemplo la relación que establece una persona ciega con su bastón, preguntándose ¿dónde empieza el yo de la persona ciega?, ¿está la mente del ciego limitada a la mano que sostiene el bastón?, ¿está limitada por la piel?, ¿dónde comienza, en tanto herramienta cognitiva, el bastón del ciego?. Las respuestas a estas preguntas, según Bateson, varían dependiendo del contexto en que se formulen. Para comprender los procesos cognitivos de la persona ciega, su mente, no sólo hay que considerar al hombre y su bastón, habría que incluir también sus intenciones, sus ideas, emociones y las características particulares del entorno donde se encuentre. Desde esta perspectiva, el bastón es un componente fundamental de la mente de la persona ciega cuando se desplaza en la calle, pero muy probablemente no lo es cuando se halla en su casa o cuando se sienta a almorzar, momento en el que el tenedor y el cuchillo reemplazan al bastón. Así, para Cole y Engeström, “la manera en que la mente está distribuida depende decisivamente de las herramientas mediante las cuales se interactúa con el mundo, y estas, a su vez, dependen de los objetivos que uno tiene.”[2]
La idea de que los procesos cognitivos no dependen exclusivamente de la acción de un individuo en particular, sino que se hayan influidos y potenciados por el entorno físico y social en el que éste se encuentre, es el punto de partida del enfoque de la cognición distribuida, que como ya se ha señalado, no es una concepción reciente en el ámbito de la psicología y de la ciencia cognitiva, aunque en algunas ocasiones se intente presentar como un paradigma radicalmente nuevo desarrollado a mediados de los años ochenta.[3] Roy Pea, uno de los autores que ha desarrollado, en el último tiempo, el enfoque de la cognición distribuida, reconoce que esta forma de concebir la cognición o la inteligencia se remonta a los trabajos de Vygotsky, Luria y Leontiev, quienes consideraban que la psicología debía estudiar al ser humano en acción, interactuando con su medio y no al individuo aislado[4]. En dicha interacción, los procesos cognitivos se distribuyen tanto en una dimensión social como material. La distribución social, considera los procesos cognitivos que resultan de las acciones emprendidas junto a otros seres humanos, como la interacción padre-hijo, profesor-alumno o la interacción grupal más amplia como la desarrollada por un equipo de trabajo o una organización empresarial. Esta dimensión social de la cognición distribuida está a la base de algunos conceptos que se han desarrollado y popularizado en el último tiempo, como la noción de CI o mente grupal[5], equipos que aprenden[6] y organizaciones inteligentes[7]. La distribución material de la cognición, por otra parte, alude al uso que las personas hacemos de las características físicas de nuestro entorno y al aprovechamiento de las herramientas y artefactos que hemos diseñado con el propósito de optimizar el cumplimiento de nuestros objetivos, como una agenda, una brújula, un teléfono o un computador.
Para David Perkins, quien fue Co-director del Proyecto Zero de la Universidad de Harvard por muchos años y uno de los teóricos actuales más citados en el ámbito de la cognición distribuida, las principales ideas de este enfoque consideran que:
“1. El entorno –los recursos físicos y sociales inmediatos fuera de la persona- participa en la cognición, no sólo como fuente de entrada de información y como receptor de productos finales, sino como vehículo de pensamiento.
2. El residuo dejado por el pensamiento –lo que se aprende- subsiste no sólo en la mente del que aprende, sino también en el ordenamiento del entorno, y es genuino aprendizaje pese a eso.”[8]
Este énfasis en el carácter distribuido de la cognición, no debe soslayar el especial e importante rol que el cerebro humano desempeña en este proceso, como señala Andy Clark, pues ha sido su particular forma de operar lo que ha permitido estructurar de manera tan sofisticada nuestro entorno, a través de las formalizaciones lingüísticas, lógicas y matemáticas que constantemente usamos, así como también con los múltiples sistemas de memoria externa que la cultura ha desarrollado. Clark, sostiene que quizás el origen y desarrollo de instrumentos lingüísticos y culturales se deba a una pequeña serie de diferencias neurocognitivas, las cuales mediante un proceso de retroalimentación positiva se han potenciado y han permitido alcanzar el complejo grado de desarrollo que actualmente presenta el vivir humano.[9] Así, el modo particular de vivir que los seres humanos adoptamos en nuestra cotidianeidad, que a su vez supone una singular práctica lingüística y cultural, constituye un fenómeno que emerge de la relación recursiva que se da entre el cerebro, el cuerpo y el entorno material y social en el que nos encontramos. El enfoque de la cognición distribuida, pretende constituirse en un modelo teórico que permita explicar esta clase de fenómenos, propios de una mente “escurridiza”, como señala Clark, que se escapa y se mezcla constantemente con el cuerpo y el mundo.
[1] Hawley, Amos. Human Ecology. Ronald Press Company. New York. 1950. Edición en español, Ecología Humana. Editorial Tecnos. Madrid. Segunda Edición. 1966. p. 214.
[2] Cole, Michael y Engeström, Yrjö. 1993. En Salomón, Gabriel. Distributed cognitions. Psychological and educational considerations, Cambridge University Press,
[3] Rogers, Yvonne. and Ellis, Judi. Distributed Cognition: an alternative framework for analysing and explaining collaborative working. Journal of Information Technology, 9 (2), 119-128. 1994. En http://www.slis.indiana.edu/faculty/yrogers/papers/dcog/dcog94.pdf (28/04/07). Rogers, Ivonne. A Brief Introduction to Distributed Cognition. Interact Lab, School of Cognitive and Computing Sciences, University of Sussex, Brighton, UK. 1997. En http://mentalmodels.mitre.org/cog_eng/reference_documents/brief%20intro%20to%20dist%20cog.pdf (28/04/07).
[4] Pea, Roy. Prácticas de inteligencia distribuida y diseños para la educación. En Salomón, Gabriel. 1993. op. cit.
[5] Goleman, Daniel. Emotional Intelligence. Bantam. New York. 1995.
[6] Hutchins, Edwin. Cognition in the Wild. MIT Press. Cambridge. 1995.
[7] Senge, Peter. The Fifth Discipline: The Art and Practice of the Learning Organization. Doubleday Currency. New York. 1990.
[8] Perkins, David. La persona-más: una visión distribuida del pensamiento y el aprendizaje. En Salomón, Gabriel (comp.). 1993. op. cit. p. 128.
[9] Clark, Andy. Being there: Putting Brain, Body and World together again. MIT Press, Cambridge, MA. 1997. Edición en español, Estar ahí: cerebro, cuerpo y mundo en la nueva ciencia cognitiva. Ed. Paidós. Barcelona. 1999.