martes, septiembre 12, 2006

Un día como hoy....



Hace 50 años, una reunión en el MIT da lugar a la fundación de la Ciencia Cognitiva.

Hace 33 años, se interrumpe la tradición democrática chilena con el golpe militar y el inicio de la dictadura.

Hace 5 años, en un atentado terrorista se estrellan dos aviones contra las torres gemelas en EE.UU.



miércoles, septiembre 06, 2006


La Historia oculta de la Psicología (II Parte).

Foto de John Dewey (1859-1952)


Hugo Münsterberg, alumno de Wundt en la Universidad de Leipzig, profesor de la Universidad de Harvard y considerado “el padre de la psicología aplicada”, en especial por sus aportes a la psicología industrial, fue uno de los primeros psicólogos en plantear la concepción de una naturaleza distribuida de la cognición, una perspectiva más acorde a la cibernética, disciplina que se desarrollaría treinta años más tarde. Münsterberg, sostenía que el conocimiento no sólo se produce en la cabeza, sino también en los elementos objetivos de la comunicación entre los individuos.

“Una carta, un diario, un libro, existen fuera de los individuos, pero median entre dos personas o entre millones en el grupo social (. . .) El libro recuerda por el grupo social, y las experiencias del grupo, objetivamente registradas en él, dan forma a la acción social y el pensamiento social. La carta puede conectar todas las neuronas sociales distantes; el diario difunde la excitación de un punto de un grupo social a millones de otros.”[1]

A diferencia de lo sucedido con los planteamientos de Wundt acerca de la Psicología de los Pueblos y con las ideas de Münsterberg acerca de la cognición, las que han sido prácticamente olvidadas por la tradición psicológica, el trabajo del filósofo y psicólogo estadounidense John Dewey, ha tenido una mayor consideración en el área de la filosofía y de las ciencias sociales[2], al constituirse su enfoque pragmatista en uno de los primeros antecedentes de los enfoques de la cognición situada y distribuida, junto a los planteamientos de Lev Vygotsky y del enfoque histórico-cultural de la psicología rusa. Cabe destacar, que algunas de las ideas de Dewey, como se advertirá más adelante, se hallan presentes, con un fundamento distinto ciertamente, en los planteamientos más recientes de la ciencia cognitiva[3].

Considerando como punto de partida la experiencia humana, Dewey, señala que ésta tiene dos características o aspectos fundamentales. En lo inmediato, toda experiencia genera una emoción de agrado o desagrado en quien la vivencia, al mismo tiempo que se constituye en un factor que ejerce influencia sobre el carácter que tendrán las experiencias ulteriores, lo que denomina principio de continuidad. Para este filósofo, el ser humano es un ser dinámico, que cambia constantemente como resultado de sus particulares vivencias, así, “toda experiencia emprendida y vivida modifica al que actúa y la vive, afectando esta modificación, lo deseemos o no, a la cualidad de las experiencias siguientes. Pues quien interviene en ellas es una persona diferente.”[4] Desde esta perspectiva, Dewey también fue pionero al considerar el desarrollo del niño como un proceso dinámico que incluye factores emocionales, intelectuales y sociales, además del crecimiento físico. “El crecimiento, entendido como desarrollándose, no sólo física sino también intelectual y moralmente, es un ejemplo del principio de continuidad.”[5]

El carácter situado de la concepción experiencial de Dewey, se advierte en la idea de que, para él, toda experiencia incluye un ambiente o contexto en el cual ésta tiene lugar y que, al igual que el sujeto que la vivencia, éste cambia o se transforma de una manera contingente a la experiencia misma. Es decir, la experiencia no sólo cambia a la persona que la experimenta, sino que también modifica el entorno en el que ésta tiene lugar, modificación que afecta también al sujeto y a sus experiencias ulteriores en forma recursiva. Esta noción dinámica de la experiencia, descrita en términos de recursividad, permite vincular las ideas de Dewey con los procesos recursivos que se establecen en el nivel de las coordinaciones sensorio-motoras, según el planteamiento de Piaget, así como también, con las concepciones de la cibernética que se desarrollaron un poco más tarde, en la década de 1940.

“La experiencia no entra simplemente en una persona. Penetra en ella, ciertamente, pues influye en la formación de actitudes de deseo y de propósito. Pero ésta no es toda la historia. Toda experiencia auténtica tiene un aspecto activo que cambia en algún grado las condiciones objetivas bajo las cuales se ha tenido la experiencia.
(. . .) En una palabra, vivimos, del nacimiento a la muerte, en un mundo de personas y cosas, que en gran medida es lo que es por lo que han hecho y transmitido las actividades humanas anteriores. Cuando se ignora este hecho se trata a la experiencia como si fuera algo que va directamente al interior del cuerpo y del alma del individuo. No debería ser necesario decir que la experiencia no ocurre en el vacío. Existen fuera del individuo fuentes que dan lugar a la experiencia.”[6]

Al igual como lo hiciera Vygotsky, Dewey es partidario de una psicología más integradora, que se manifiesta en la noción que tiene de la educación. Su postura epistemológica lo lleva a cuestionar los planteamientos extremos que se suelen desarrollar en el ámbito de la filosofía y de la psicología, miradas que denomina de “o lo uno o lo otro”. Ante el clásico debate realismo-idealismo, que en la psicología adopta la forma de conductismo-constructivismo, Dewey propone una síntesis, un camino medio que incluya ambas posturas o enfoques. Las condiciones del entorno o del ambiente, no deben simplemente subordinarse a los estados internos de los individuos, hay que procurar una adecuada interacción entre ellos. La interacción, se convierte así en un concepto clave para las ideas de este autor, pues a través de ella se logra la integración de estos dos mundos, tradicionalmente separados, emergiendo así lo que se denomina una situación. El ambiente o contexto, forman parte integral de la experiencia que tiene un individuo, no pudiéndose entender ésta cuando se viola el principio de interacción.


[1] Münsterberg, Hugo (1914) Psycholgy: General and applied, Nueva York: Appleton, pp. 267-268, cit. en Cole, Michael y Engeström Yrjö (1993) op. cit. p. 26.

[2] Cole, Michael y Engeström Yrjö (1993) op. cit. Bredo, Eric (1994) Cognitivism, Situated Cognition and Deweyian Pragmatism en http://www.ed.uiuc.edu/EPS/PES-yearbook/94_docs/BREDO.HTM (02/07/2006). Rorty, R. (1979). Philosophy and the Mirror of Nature. Princeton, N.J.: Princeton University Press.

[3] Véanse las obras de Humberto Maturana, Francisco Varela, Andy Clark y Rodney Brooks. Véase también la noción de aprendizaje implícito presente en los trabajos de Dewey.

[4] Dewey, John (1938) Experience and education. New York: Collier Books. Edición en español, (1967) Experiencia y educación, Ed. Losada, Buenos Aires, p. 34.

[5] Ibíd. p. 35.

[6] Ibíd. pp. 40-41. Nótese que en otras ediciones la palabra alma es traducida como mente (mind).

lunes, septiembre 04, 2006

La Historia oculta de la Psicología (I Parte).


El concepto de devenir, en la medida en que se refiere a la aparición o generación de un fenómeno a través de un proceso continuo de transformaciones o cambios, nos remite al ámbito de la historia, la cual, desde una perspectiva teórica constructivista, se entiende como una reconstrucción, que da cuenta de las distinciones particulares que hace el historiador como resultado de su operar cognitivo en una situación determinada. Para el filósofo Paul Ricoeur, la historia es “el pasado en la medida en que es conocido. (. . .) Lo que los historiadores consideran “hechos” no es algo dado, sino algo que se construye.”[1] Es la estructura perceptual del historiador, sus particulares esquemas cognitivos, como los denominó Frederic Bartlett, lo que determina qué será históricamente pertinente y relevante. Así, desde este entendimiento, no hay historias éticamente neutras, pues todo relato histórico tiene consecuencias en la forma de conceptuar en el presente un determinado fenómeno.

Consciente de lo anterior, me parece necesario considerar con atención, evitando la excesiva ingenuidad, la historia oficial que se nos cuenta acerca de una determinada disciplina científica o de alguna institución o grupo humano en particular, pues dicha historia o relato, necesariamente, estará dando cuenta de los intereses, preferencias y grado de conocimiento de quien la narra. En el caso de la psicología, que es mi área de interés, la historia oficial ha tendido a enfatizar la idea de una ciencia que se ocupa de la conducta humana individual, ignorando, de un modo no casual, el carácter sistémico-social que esta disciplina tuvo desde sus inicios.

El destacado neurocientífico chileno, Francisco Varela, subrayó la importancia de revisar los antecedentes históricos al señalar que “una ciencia que olvida su pasado está condenada a repetir sus errores y es incapaz de evaluar su desarrollo.”[2] Este intento de no olvidar el pasado, de tener muy en cuenta su ontogenia, su devenir, parece particularmente importante en la psicología y en la ciencia cognitiva en general, pues se advierte en ellas, cada vez más, una mayor diversidad de enfoques para abordar sus respectivos objetos de estudio, situación que las hace vulnerables a la fragmentación, con lo cual perderían la cohesión necesaria que ha de tener una disciplina científica.

Los antecedentes históricos de la ciencia cognitiva, se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, precisamente con el advenimiento de la psicología como disciplina científica. Que ésta última emergiera como una ciencia experimental de la mente, independizándose de la filosofía, se debe fundamentalmente al importante desarrollo que tuvo en el siglo XIX la fisiología alemana.[3]

Hermann von Helmholtz, destacado físico y fisiólogo alemán, cuestionó el escepticismo de Kant en cuanto a la posibilidad de crear una ciencia psicológica, intentando demostrar que las especulaciones de este importante filósofo alemán del siglo XVIII se podían someter a un estudio empírico. Hacia mediados del siglo XIX, Helmholtz diseñó un mecanismo para medir la velocidad del impulso nervioso e hizo importantes contribuciones en el estudio de la percepción visual y auditiva. Las investigaciones que realizó, le permitieron fundamentar su idea de la “inferencia inconsciente”, según la cual, en el proceso de la percepción, los seres humanos nos basamos inconscientemente en nuestras experiencias previas para interpretar lo que percibimos. Estos planteamientos, así como sus numerosas contribuciones en el ámbito de la fisiología y de la ciencia en general, permiten, según Gardner, considerar a Hermann von Helmholtz como uno de los creadores de la ideología de la ciencia cognitiva y, en este sentido, como un pionero en el ámbito de la psicología.

En 1858, Helmholtz se traslada a la Universidad de Heidelberg, donde tendrá como ayudante de su laboratorio, hasta 1864, a un joven médico y filósofo, Wilhelm Wundt, quien años más tarde, en 1867, denominaría a su propia cátedra “Psicología Fisiológica”. En 1874, Wundt publicó un importante libro sobre esta materia, Fundamentos de Psicología Fisiológica y en 1879 fundó el primer laboratorio de psicología experimental, que es considerado el hito con el que se funda la psicología como ciencia.[4] Para Wundt, la psicología, como estudio de la experiencia consciente, debía utilizar como método la observación interna, la introspección analítica, para lo cual capacitó sujetos que dieran cuenta, con la mayor objetividad posible, de las sensaciones experimentadas y pudieran identificar sus elementos constitutivos.

Lo que la historia tradicional pareció olvidar, es que en los últimos veinte años de su vida, Wundt se dedicó a estudiar fenómenos culturales y lingüísticos que lo llevaron a escribir diez volúmenes acerca de lo que denominó Psicología de los Pueblos (Völkerpsychologie), constituyéndose así en un precursor de la psicología social y de la psicolingüística. Para Wundt, este ámbito de la psicología no se podía estudiar utilizando métodos de laboratorio que se focalizaban en los contenidos de la conciencia, pues estos fenómenos se extendían más allá de la conciencia humana. A este respecto, señalaba que “la conciencia individual es enteramente incapaz de ofrecernos una historia del desarrollo del pensamiento humano, porque está condicionada por una historia anterior respecto de la cual no puede, por sí sola, darnos ningún conocimiento.”[5]



[1] Ricoeur, P. (1978) Philosophie et langage. Revue philosophique de la France et de l’Étranger, vol. CLXVIII, Nº 4, en Ricoeur, P. (1999) Historia y Narratividad. Ed. Paidós, Barcelona, p. 97.

[2] Varela, F. (1988) Connaître: Les Sciences Cognitives, tendences et perspectives. Editions du Seuil, Paris. Edición en español, (1996) Conocer. Editorial Gedisa, Barcelona, p. 29.

[3] Bechtel, W., Abrahamsen, A., Graham G. (1998) Companion of Cognitive Science, MIT Press, MA. Gardner, H. (1985). The Mind's New Science: A history of the cognitive revolution. New York: Basic Books. Edición en español, (1987) La Nueva Ciencia de la Mente. Ed. Paidós, Barcelona.

[4] Lolas, Fernando (1979) Introducción Histórica a la Psicología Fisiológica, Ed. Universitaria, Santiago.

[5] Wundt, Wilhelm (1921) Elements of Folk Psychology, Londres: Allen & Unwin, p. 3, cit. en Cole, Michael y Engeström Yrjö (1993) Enfoque histórico-cultural de la cognición distribuida, en Salomón, Gabriel (1993) Distributed cognitions. Psychological and educational considerations, Cambridge University Press, London. Edición en español: Cogniciones distribuidas: Consideraciones psicológicas y educativas. Ed. Amorrortu, Buenos Aires, p. 25.