El Devenir de la Psicología: El Alma Pensante.
Mantenerse
con vida, supone un proceso dinámico constante entre un organismo y su entorno,
una interacción que haga posible mantener la identidad de dicho organismo, la
organización particular que lo constituye como tal. En este sentido, el alma, necesariamente,
para cumplir con su objetivo, debe tener la capacidad de interactuar con el
entorno en el cual se encuentra el organismo, de manera de advertir los cambios
que se presenten en éstos y poder implementar, de manera concomitante, las
correcciones o ajustes que se requieran para que pueda perdurar la vida que ha
generado. Este proceso recursivo
conlleva una transformación constante, tanto del organismo como de su entorno,
cambios estructurales que, con el transcurso del tiempo, distinguimos como una
historia evolutiva.
Esta
doble funcionalidad del alma, esta polivalencia, según Gadamer (1999), ya
estaba en la conceptualización que de ésta se tenía en la Grecia clásica, como
origen de la vida y como asiento del pensamiento. Según este filósofo, Platón y Aristóteles
habrían estado convencidos que sin vivir, no hay pensar, por lo que, desde esta
perspectiva, no se trata de procesos separables, sino muy por el contrario,
estrechamente relacionados y co-dependientes.
Mantener la vida, supone considerar las circunstancias en las que se
encuentra el organismo y decidir cuál es la acción adecuada para ese momento,
contexto que es siempre transitorio y que requiere, por tanto, una nueva
evaluación y selección de conductas.
El
verbo pensar, viene del latín pensare,
que es un frecuentativo del verbo pendere
(pender, estar colgado), cuyo participio es pensum, de donde derivan, en español, los términos peso y
pienso. La raíz PIE sería *(s)pen, con el significado de estirar,
hilar, tirar. La acción de pender o
colgar es, hasta la actualidad, la manera más simple de “tomarle el peso” a un
objeto o una cosa, siendo la balanza el instrumento especialmente diseñado para
establecer una relación entre dos objetos que cuelgan, lo que permite conocer
el peso de uno en función del otro. El
sentido de pendere, derivó, por
tanto, a la acción de pesar, estimar y valorar, con lo cual, pensare, hacía alusión a estimar
reiteradamente algo. De la misma manera,
pensum aludía a una cantidad pesada o
medida, de hecho, originalmente, a la lana que se debía hilar en un día, que
luego se extendería a porción o ración de alimento, noción a la que alude
también el término pienso. Estimar las
consecuencias de una acción, considerar qué tan adecuada puede resultar una
conducta para mantener al organismo con vida, tomarle el peso a una situación
particular, es el sentido original que tiene la acción de pensar, de la cual
debe necesariamente hacerse cargo el alma, psykhe. Sopesar las circunstancias o medir los
efectos de actuar de uno u otro modo, sería el sentido metafórico original de
lo que entendemos actualmente por pensar, acción que desde un comienzo conlleva
un proceso reiterativo o recursivo y un carácter relacional.