miércoles, septiembre 05, 2007

Construyendo organismos inteligentes: una mirada desde la robótica (I Parte).


Francisco Varela, Evan Thompson y Eleanor Rosch, plantean que la cognición debe estudiarse como acción corporizada. Esto significa, por una parte, que la cognición está biológicamente determinada por un cuerpo que es capaz de establecer operaciones sensorio-motrices; por otro lado, implica también asumir que estas operaciones sensorio-motrices están en una relación de co-dependencia, de carácter recursivo, con el contexto biológico, psicológico y cultural en el que se encuentra este organismo. Desde esta perspectiva, los procesos sensoriales, motores, la percepción y la acción, no se pueden separar cuando nos referimos a los procesos cognitivos.

Para el enfoque enactivo[1], el objetivo es estudiar cómo el organismo que percibe puede guiar sus acciones en su entorno local, considerando que este entorno está cambiando constantemente como resultado de la acción del mismo organismo.

“El punto de referencia para comprender la percepción ya no es un mundo pre-dado, independiente del que percibe, sino más bien la estructura sensorio-motriz del agente cognitivo, el modo en que el sistema nervioso une superficies sensoriales y motrices. Más que un mundo pre-determianado, es esta estructura –la forma en que el sujeto que percibe está encarnado- la que determina los modos de acción posibles del que percibe y cómo éste puede ser moldeado por acontecimientos ambientales.”[2]

“La cognición ya no se encara como resolución de problemas a partir de representaciones; en cambio, la cognición en su sentido más abarcador consiste en la enactuación de un mundo –en hacer emerger un mundo- mediante una historia viable de acoplamiento estructural.”[3]

Han sido muchos años, en realidad siglos, durante los cuales, en el mundo occidental, hemos sido educados en una epistemología lineal-causal, adoptando una fe casi ciega en la racionalidad científica y en su método de estudio analítico. Las distinciones sujeto-objeto, mente-cuerpo y razón-emoción, son fundamentales para nuestra forma de concebir el mundo y a nosotros mismos. Cambiar esta forma particular de mirar no resulta fácil y no lo ha sido para quienes se han dedicado a estudiar la inteligencia y la cognición. Los estudios y avances alcanzados por la ciencia cognitiva, en sus distintos dominios, parece estarnos confrontando con este cambio de mirada. En palabras de Andy Clark:

“Pero ahora, cada vez es más evidente que la alternativa a la visión centrada en la ‘manipulación incorpórea de datos explícitos’ de la inteligencia artificial no es apartarse de la ciencia pura y dura; es profundizar en una ciencia más dura todavía. Es colocar la inteligencia en el lugar que le corresponde: en el acoplamiento entre los organismos y el mundo que se encuentra en la raíz de la acción fluida cotidiana.”[4]

Si adoptamos el concepto de inteligencia que propone Clark, el cual es consistente con los planteamientos antes realizados, esto es, entendiendo que la inteligencia se da en la relación entre el sujeto y su entorno, donde la acción conjunta de ambos sistemas permite resolver los problemas de la vida cotidiana, entonces no resulta muy aclarador sostener la idea de que un sistema representa al otro.

Estas ideas revolucionarias de la ciencia cognitiva, que habían sido ya formalmente planteadas por la cibernética en los inicios de esta ciencia, han sido incorporadas al ámbito de la robótica, con resultados que nos acercan velozmente a recrear, en la vida cotidiana, escenas de las películas y libros de ciencia ficción de mediados del siglo XX.

Rodney Brooks, quien es director del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), narra su experiencia al intentar construir un robot:

“Yo había estado pensando en el modo de organizar la computación para controlar el robot. De alguna manera el sistema conectaría los procesos perceptivos que trataban los datos brutos de los sensores con los procesos motores que controlaban las órdenes a la base robótica. La cuestión radicaba en el modo de construir esta caja de computación (. . .) Esta caja era considerada como el departamento de cognición, el meollo del pensamiento y de la inteligencia. Decidí que el mejor modo de construirla sería eliminarla. Nada de cognición. Simplemente percepción y acción. Eso sería todo lo que crearía, dejando por completo fuera todo lo que tradicionalmente se concebía como la ‘inteligencia’ de una inteligencia artificial.”[5]

Brooks, cuestiona el concepto de inteligencia que utilizaba la inteligencia artificial en sus primeros años de desarrollo, pues ésta sólo consideraba el saber de un experto académico, dejando de lado la inteligencia que requiere un niño de cuatro o cinco años para desplazarse por su medio, la cual le permite actuar como todo un experto en el mundo, al distinguir sin esfuerzos una serie de objetos cotidianos, al caminar en dos pies y esquivar obstáculos, entre otras conductas que nos resultan “muy naturales” en un menor.

“Hacia los años ochenta, la mayoría de los consagrados a la inteligencia artificial habían comprendido que estos últimos problemas eran muy difíciles y en los veinte años transcurridos desde entonces, muchos han llegado a advertir que en realidad son notablemente más arduos que los de la primera serie. Ver, andar, sortear obstáculos y juzgar estéticamente no exigen por lo común una reflexión explícita o el desarrollo de una cadena de razonamientos. Tan sólo suceden.”[6]

Para el desarrollo de su robot, Brooks se inspiró en los insectos, quienes eran capaces de realizar conductas mucho más sofisticadas que las de cualquier robot en ese tiempo, mediados de los ochenta, tales como desplazarse velozmente de un lugar a otro evitando obstáculos, evitar a los depredadores y encontrar alimento y pareja. Dado que la capacidad de cómputo de un insecto era muy similar a la de un ordenador digital, la diferencia de rendimiento debía hallarse en la organización del sistema nervioso del animal. Estas reflexiones lo llevaron a cuestionar el clásico modelo representacional con el que operaba la ciencia cognitiva.

“La clave radicaba en conseguir que el robot reaccionara con tal velocidad ante sus sensores que no necesitase construir y mantener un modelo interior del mundo computacional. Podía referirse simplemente al mundo real a través de sus sensores cuando fuese preciso ver lo que pasaba. (. . .) Si tanto costaba construir y mantener un modelo interno del mundo, entonces me desembarazaría de él. Cualquier otro robot contaba con uno, pero no estaba claro que lo tuvieran los insectos. ¿Por qué pues habían de requerirlos nuestros robots?.”[7]


[1] Varela denomina de este modo su propuesta teórica, término que es un neologismo derivado del inglés “to enact”, que significa traer a la mano, hacer emerger. Para mayor detalle de este enfoque, véase Varela, F. et al., De Cuerpo Presente: Las ciencias cognitivas y la experiencia humana, Ed. Gedisa, Barcelona.

[2] Varela, F. (1996), Ética y Acción, op. cit., p. 19.

[3] Varela, F. et al. (1997), De Cuerpo Presente, op. cit., p. 238.

[4] Clark, A. (1999) Estar ahí: cerebro, cuerpo y mundo en la nueva ciencia cognitiva, op. cit., p. 42.

[5] Brooks, R. (2003) Cuerpos y Máquinas, Ediciones B, Barcelona, p. 47.

[6] Ibíd., p. 48.

[7] Ibíd., p. 52.

2 comentarios:

Andre dijo...

Hola Profe.. Soy Andrea Bustos de Epa de la unab...queria solo hacerle una consulta..que significan los amores a distancia?...es falta de compromiso de ambos en forma inconciente...o son amores mas intensos?
Gracias, Andrea.

Rodrigo Robert Zepeda dijo...

Estimada Andrea:

En primer lugar, no entiendo muy bien cuál es la relación de la robótica con los amores a distancia, pero dado que aún no he abordado este tema en mi blog, supongo que te pareció ad hoc a cualquier tema tratado en él.
En segundo lugar, no me queda muy clara tu duda, pues me falta un poco de contextualización. No sé si me preguntas por una relación donde él vive en Miami y ella en Buenos Aires o si viviendo ambos en la misma ciudad optan por no verse muy seguido. Si viven lejos uno del otro, me parece que no corresponde hablar de falta de compromiso, menos de forma inconsciente, aunque claro, Freud da para mucho. Si es o no el amor más intenso, habría que evaluarlo caso a caso, lo que parece casi obvio, es que si la relación sobrevive a pesar de la distancia, la emoción debe ser al menos intensa...si se trata de amor...habría que evaluarlo. Sea como sea, con la telefonía IP, con el chat, con el email, las distancias s acortan significativamente. Lo fundamental, es cómo viven la relación los miembros de la pareja y cada pareja es un mundo particular. Uno construye el mundo que desea vivir, en especial, tratándose de las relaciones de pareja, donde no hay mucho espacio para las generalizaciones.
Saludos,

Rodrigo.